jueves, 25 de mayo de 2017

El otro


El otro, es lo que es en relación a mi y a lo que me brinda. MI profesora, MI hermano, MI mamá son lo que son para mí, cobran sentido para mí de esa manera. Pero entonces ¿Se puede acceder al otro sin destruir su otredad o cosificarlo? ¿Es egoísmo o en realidad es la única forma de relacionarse? El otro no existe, es permanentemente excluido. Pero si existe, se vuelve algo y ese algo lo cosifico y lo hago propio. Siempre queremos imponer nuestra identidad sobre todo y que todo sea yo, aunque nunca termina de realizarse porque el otro siempre llega a interrumpir con lo propio. Hay dos formas de relacionarse: La tolerancia y la hospitalidad. La tolerancia es soportar. Pero el que soporta tiene el poder porque lo hace bajo sus propios condicionamientos. Tolero expandiendo los límites, pero aún así yo los impongo. El que tolera se vuelve portador de la racionalidad y el intolerante alguien primitivo.. Si tolerar es soportar, siempre es negativa mi relación con el otro en el sentido de tener que aguantar su diferencia en lugar de involucrarme en ella. No me transforma y tampoco transforma al otro, lo sigue suprimiendo. Si lo tolero lo vuelvo propio y ya no es un otro pero si lo ignoro y lo dejó fuera no hay vínculos posibles. No soluciona el problema del otro. La otra forma de relacionarse con el extranjero es la hospitalidad. Para que ella exista necesita de una diferencia radical el ajeno con el propio. La hospitalidad abre la puerta a lo ajeno sin condicionar ni cosificar. La hospitalidad, aunque no resuelva el problema del otro, nos enseña a despegarnos del yo y del egoísmo del mismo, sin destruir la particularidad del otro. A pesar de nuestra conflictiva y dificultosa relación con el otro sin sentirnos amenazados por lo ajeno, debemos tomar consciencia que el límite del yo está muy borroso, ya que aunque intentemos separarnos, somos lo que somos en relación a lo que es el otro. Sin otros nuestra concepción no hubiera sucedido. Sin otros no tendríamos los pensamientos e ideales que conforman a nuestro yo. Existimos en el otro, vivimos en el otro y morimos en el otro. La contaminación de identidades permite el crecimiento, aunque en base de nuestra destrucción.

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